por Julio García Velasco | Ene 15, 2020 | Lo Cotidiano
(Artículo de D. Julio García Velasco para una Revista Cofrade) Es muy importante que un buen cristiano tenga una idea clara acerca de la Iglesia. Y un buen Cofrade ha de ser, ante todo, un buen cristiano. Pues bien, cuando la Iglesia estaba metida en pleno Concilio Vaticano II, el Papa Pablo VI lanzó esta pregunta: “Iglesia ¿qué dices de ti misma?” Y es que la Iglesia se había comprendido a sí misma durante mucho tiempo como una sociedad de desiguales: se hablaba de Iglesia docente-Iglesia discente; jerarquía-pueblo; clero-laicado; religiosos-no religiosos; vida contemplativa-vida activa… Es decir, la Iglesia, aparecía como una imagen piramidal: arriba estaba el Jefe supremo, el Papa, luego los hombres más “importantes”: cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos… Y abajo, en la zona más ancha y más grande, estaban los “pobres” fieles cristianos. Pero llegó el Vaticano II y le dio un cambio al dibujo, y vemos ahora a la Iglesia como un gran círculo que llamamos PUEBLO DE DIOS. En este Pueblo-Iglesia, entramos por la fe y el bautismo que nos hacen cristianos. Esta es la vocación fundamental, común a todos: la VOCACIÓN CRISTIANA. A eso nos llama Dios: a hacernos hijos suyos en Jesucristo, su Hijo. Esto quiere decir que la plenitud humana la alcanzamos en Cristo: unidos a él, somos llamados, como hijos, a vivir en comunión con Dios y con los demás hombres, como hermanos. Esta Iglesia, este Cuerpo, no funcionará sólo a base de organismos, estructuras, normas y reglamentos. Necesita un corazón, un alma. El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia, el motor, el santificador, el Maestro, el que reparte dones...